Desde su fundación, el Museo Real de África Central fue una institución cuyo propósito principal fue glorificar y legitimar el dominio genocida del Rey Leopoldo sobre el Congo como colonia belga. Su construcción en 1898 se produjo en un momento en que las atrocidades cometidas por su régimen provocaron la condena internacional.
El régimen colonial trató de desviar esta crítica tratando de presentarse de manera positiva. Una de las formas en que las autoridades coloniales trataron de disfrazar el saqueo de sus recursos y la brutalidad que infligieron a los nativos fue calificando su presencia en la región como un bastión “benigno” de “ilustración y civilización intelectual y cultural”.
La misión científica del régimen consistió principalmente en la exploración de la selva tropical mediante la cartografía del territorio “inexplorado” y la recolección y clasificación de sus plantas y animales. El museo envió numerosas expediciones científicas en las décadas siguientes a su creación para recolectar miles de especímenes. Éstos fueron devueltos para llenar los archivos del museo, donde fueron estudiados por los naturalistas o puestos a disposición del público.
Las exposiciones de taxidermia tienen un valor estético en sus narrativas e interpretaciones del siglo XIX sobre el mundo natural y un valor científico y taxonómico para las especies expuestas. Pero también hay una innegable lección histórica sobre la forma en que la ciencia fue mal utilizada en estos artefactos cuidadosamente escenificados, que fueron diseñados para retratar la colonización bajo una luz erróneamente “positiva”.
Los especímenes de taxidermia de la RMCA carecen del fenomenal naturalismo de exhibiciones similares en el Museo Americano de Historia Natural en los Estados Unidos o del encanto excéntrico de los del Museo del Algodón Powell en el Reino Unido. Sin embargo, todavía hay algunos especímenes interesantes, como un elefante taxidermista africano, el oscuro antílope Okapi, el peculiar potto (un primate nocturno que parece un oso de peluche) y los gorilas. Todos fueron reunidos por el maestro taxidermista Rowland Ward.
Las exposiciones del museo han sido objeto de un proyecto de restauración de una década de duración, y aunque los antiguos dioramas de hábitat ya no pueden ser vistos, la colección de taxidermia se exhibe dentro de un contexto mucho más educativo y ecológico.