Detrás una publicación científica es fácil imaginar a un grupo de investigadores con bata blanca pasando innumerables horas en un laboratorio. Sin embargo, muchos estudios se asemejan más al argumento de un libro de aventuras.
Este es el caso de algunos de los trabajos de Marco Tedesco (1971), profesor en la Universidad de Columbia e investigador del Goddard Institute for Space Studies de la NASA (GISS). Como glaciólogo, lleva años estudiando el deshielo en el Ártico y alertando sobre los efectos que la crisis climática ya está provocando sobre Groenlandia.
Ahora, con una mochila repleta de historias, anécdotas y vivencias por contar, presenta Hielo. Viaje por el continente que desaparece (Gatopardo Ediciones); una especie de diario, a modo de ensayo, en el que aventura y ciencia se mezclan en la nieve mientras esta se derrite.
¿De dónde procede su interés por el Ártico?
Se remonta a hace 15 o 20 años, cuando era un científico de la NASA que estudiaba Groenlandia, al principio de mi carrera. A partir de ahí comencé a comprender qué está causando los cambios en esta región y qué procesos están ocurriendo. Finalmente, amplié mis intereses y empecé a centrarme más en el Ártico a través de trabajo de campo, expediciones, labores de teledetección y recolección de datos. Así me fui familiarizando con el terreno.
Es un poco como entender a alguien: puedes conocer a una persona, que sería Groenlandia, pero para entender su comportamiento es igual de importante conocer el contexto social en el que se desenvuelve, que sería el Ártico.
Según afirma en su libro, “Groenlandia es el lugar donde buscar el futuro del planeta”. ¿A qué se refiere?
Al hecho de que Groenlandia es el principal contribuyente a la subida del nivel del mar; controla nuestro clima y afecta de manera crucial a las rutas del agua. A pesar de que este lugar nos parece muy lejano, lo que pasa allí tiene muchísima importancia para el resto del mundo. Es el epicentro de gran parte de los fenómenos relacionados con el cambio climático.
Lleva 20 años estudiando estos fenómenos. ¿Qué cambios ha podido presenciar?
Naturalmente, uno de los más rápidos y asombrosos que suceden en el Ártico es la desaparición del mar de hielo, que está dejando al descubierto el océano, más oscuro y cálido. También, la aceleración de la pérdida de masa de Groenlandia, la aparición de lagos a mayores alturas debido a las altas temperaturas y la contribución cada vez mayor de esta región a la subida del nivel del mar.
Otro factor es la erosión del permafrost, que afecta negativamente a las infraestructuras y que supone no solo una amenaza social y a la vida de la gente, sino también a la economía. Sobre todo en comunidades como las del Ártico que no tienen mucho patrimonio o apoyo económico y que ya son muy vulnerables desde un punto de vista social y medioambiental.
¿Corre peligro de desaparecer?
El Ártico tal y como lo conocemos va a desaparecer. Hay que tener en cuenta que allí, a diferencia de otros lugares, una pequeña subida de la temperatura puede suponer cruzar el umbral que separa la congelación del deshielo. Si la temperatura está ligeramente por debajo del punto de congelación, y sube un poco, se pasará de un estado sólido a un estado líquido. Claramente, el principal causante de todo esto es el crecimiento de las emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero a escala global. El calentamiento del Ártico, que duplica al del resto del planeta, es un efecto de la actividad antropogénica. Los cambios atmosféricos y climáticos que está produciendo el ser humano conducen a un aceleramiento del deshielo y, por tanto, de la subida del nivel del mar en todo el mundo.
Según cuenta, se siente afortunado por haber podido desarrollar su carrera en un entorno tan frío e inhóspito. ¿Cómo es vivir en el Ártico?
Una de las razones por las que quería escribir el libro es que quería contar mi experiencia. La vida diaria no tiene nada que ver con la rutina a la que estamos acostumbrados. Uno depende por completo del entorno y del clima. Acampamos en el hielo, así que tenemos que apañárnoslas con lo que tenemos y con las condiciones que nos rodean. Si algo se rompe hay que arreglarlo, si alguien se hace daño hay que curarle con medios limitados. Este desafío constante es una de las cosas que más disfruto.
Me encanta estar en el Ártico y en Groenlandia, la paz y el silencio que siento allí. Es casi como viajar a otro universo, donde la vida está sujeta a lo que sepas hacer con tus propias habilidades y lo preparado que estés. Es un reto muy diferente a la vida acomodada que vivimos en las ciudades, pero también mucho más cómodo que la experiencia que solían tener los exploradores antiguos, gracias a la mejora del equipamiento y la disponibilidad de información y datos que tenemos sobre las condiciones del terreno.
¿Qué tipo de aventuras se pueden vivir en este territorio?
En el libro describo el ruido del crujido del hielo debajo de las tiendas de campaña, una especie de murmullo que sube desde las profundidades. Estás sentado sobre una capa de hielo de un kilómetro de grosor, no sabes qué va a pasar, cuándo se va a resquebrajar. Sin duda, impone mucho respeto. Otra aventura fue el día que presenciamos cómo se abría un boquete enorme en el hielo delante de nuestras narices y succionó un lago que medía tres kilómetros y diez metros de profundidad, en cosa de cuarenta minutos. Veíamos trozos de hielo que giraban en la superficie del lago que desaparecía. Otra experiencia bonita fue cuando viajamos hacia a la capa de hielo, antes de desembarcar, ya que tuvimos la oportunidad de ver una fauna increíble: renos, charranes árticos o pigargos, que se parecen mucho al águila calva, pero es más grande y se alimenta sobre todo de peces.
Creo que si miras las cosas con atención e interés, incluso el objeto más aburrido puede esconder un secreto en su interior, miles de preguntas y oportunidades para el descubrimiento y la sorpresa ante la belleza del mundo.
No obstante, no solo narras anécdotas y aventuras, sino que se combinan con ciencia. ¿Por qué has optado por este formato?
Mi objetivo era confeccionar una especie de diario sobre el terreno, que plasmara un conjunto de paisajes medioambientales y geográficos, pero también sentimentales. Así que traté de reflejar estos paisajes tomando como pretexto una expedición. No soy capaz de desvincular mi rol de científico de mi pasión por la protección del medioambiente, lo cual inevitablemente suscita emociones y sentimientos. Los científicos tienden a separar y a mantener estas dos dimensiones en compartimentos estancos, pero en mi caso no era posible. La pasión, la inspiración, el amor y la belleza que me transmiten el hielo y la naturaleza son un estímulo fundamental que me empuja a querer estudiar y comprender los procesos físicos. De modo que combinar la anécdota y lo personal con la ciencia era una elección natural.
¿Transcurre allí el tiempo más deprisa que en el resto del mundo?
Si piensas en las consecuencias del cambio climático, el tiempo pasa más rápido en el Ártico, ya que las temperaturas están subiendo a un ritmo mucho mayor que en el resto del planeta. Así que, técnicamente, podría decirse que el tiempo pasa más rápido en esta región en la que aparentemente no pasa nada y todo es monotonía, pero en realidad sucede lo contrario. Los cambios que se están produciendo en el Ártico son, como mínimo, dos veces más rápidos que los cambios que se producen en el resto del planeta.
¿Qué historia nos está contando el Ártico sobre nuestro planeta actualmente?
Nos está diciendo que el ser humano tiene una influencia enorme sobre el planeta, una influencia que puede alcanzar cualquier rincón del globo en un lapso de tiempo relativamente corto, y que estos cambios tienen que ser combatidos si queremos preservar la vida tal y como la conocemos.
¿Cómo podemos protegerlo?
De la misma manera que al resto del planeta: reducir las emisiones de CO2, cortar estas emisiones cuando sea posible, invertir en energías renovables y, muy importante, invertir en la captura del CO2 que ha llenado la atmósfera en las décadas recientes, ya que si no reducimos los niveles de este gas en la atmósfera, sus efectos se harán notar en las próximas décadas.
Al mismo tiempo, tenemos que empezar a cambiar el funcionamiento de los gobiernos y de las grandes instituciones financieras para que impulsen nuevas regulaciones, incentivos fiscales y políticas que promuevan el desarrollo tecnológico y las energías renovables que nos permitirán frenar esta deriva climática. Ahora mismo, la coyuntura mundial y la actitud de los líderes políticos no apuntan precisamente en la dirección adecuada. Pienso especialmente en el hasta ahora presidente de los EE UU, país en el que vivo, o en el de Brasil, que han dicho claramente que no creen en la idea de que el cambio climático tenga un origen antropogénico y están gobernando en un sentido contrario a esa evidencia.
Fuente: SINC