Aventura familiar de lodge a lodge en el distrito de lagos de Chile

Viajar con niños pequeños puede parecer una tarea abrumadora para muchos padres, pero para Ellis y Scotty Harry, se convirtió en una aventura inolvidable en las impresionantes tierras de Chile. Con un enfoque renovado y la ayuda de expertos, lograron disfrutar de un viaje familiar que no solo fue emocionante, sino también lleno de momentos mágicos y aprendizajes. Este relato no solo narra su viaje, sino que también ofrece valiosas lecciones para aquellos que piensan en emprender una aventura similar.
El deseo de aventura familiar en Chile
Cuando Ellis y Scotty dieron la bienvenida a su segundo hijo, Bennett, en septiembre de 2024, decidieron que querían celebrar de una manera especial y un poco ambiciosa. Enfrentándose a un invierno largo y frío en el Pacífico Noroeste con un niño pequeño y un recién nacido, la idea de volar hacia el sur se convirtió en una opción atractiva.
“Buscábamos un destino cálido pero montañoso”, dice Ellis. “Nos encanta la playa, pero después de una semana, estamos listos para movernos. Chile nos ofrecía la oportunidad de disfrutar del verano en febrero junto con los paisajes dramáticos que tanto nos gustan”.
Pero no solo se trataba de buscar sol. Patagonia era el lugar donde se enamoraron, tanto del paisaje como el uno del otro, más de una década atrás. Esta vez, sin embargo, su enfoque sería diferente, viajando con su hijo de dos años, North, y su bebé de cuatro meses, Bennett.
“Queríamos tomarnos las cosas con calma y planear un viaje que se ajustara a las siestas, los horarios de dormir temprano y las emociones de un niño pequeño”, explica Ellis. “El objetivo era simple: hermosos paisajes, buena comida y mucho apoyo en el camino”.
¿Por qué elegir Chile en este momento?
El plan inicial era viajar a Tailandia, pero esa idea se desmoronó tras unas vacaciones en Baja que describieron como “catastróficas”. “Imagina un bebé llorando, arrebatos de un niño pequeño y vuelos infernales”, recuerda Ellis. “Cancelamos todo tan pronto como llegamos a casa”.
Se dieron cuenta de que el calor y la humedad de Tailandia probablemente harían que viajar con sus pequeños fuera un desafío, especialmente porque estaban acostumbrados a inviernos frescos y húmedos. Así que, finalmente, decidieron concentrarse en la calidez y la tranquilidad que ofrecía Chile.
“Me volví a mirar a Scotty y le dije: ‘Si las estrellas se alinean, Chile será nuestro destino’”, recuerda. Y, de alguna manera, eso sucedió. Encontraron vuelos con millas acumuladas y, debido a lo agotados que estaban por la crianza de dos niños menores de tres años, decidieron confiar la planificación a expertos. Así conocieron a Jules, de My Hidden Jules Travel, lo que resultó ser una decisión acertada. “Solíamos planear cada detalle, pero al tener a dos niños pequeños, delegar la logística nos permitió disfrutar realmente del viaje”, afirma Scotty.
La ruta mágica a través de Chile
Jules diseñó un itinerario que incluía las principales maravillas naturales del sur de Chile. Comenzaron con dos noches en Santiago para recuperarse del vuelo nocturno. Luego, volaron a la isla de Chiloé, donde pasaron cuatro noches en Tierra Chiloé, un acogedor albergue con una conexión íntima con las tradiciones locales.
Posteriormente, se trasladaron en auto de alquiler a Puerto Varas, donde se alojaron en el Hotel AWA, situado a orillas del lago Llanquihue, con espectaculares vistas al volcán Osorno. Después, disfrutaron de tres noches en Futangue, un remoto lodge en una reserva natural privada cerca de Lago Ranco. Finalmente, terminaron su viaje en la región vinícola, alojándose dos noches en el Hotel La Casona, rodeado de viñedos del Valle de Casablanca, antes de regresar a casa.
“Pensamos que alquilaríamos una casa y nos quedaríamos en uno o dos lugares”, admite Ellis. Pero al investigar la región, se dieron cuenta de que había mucho más por explorar y experimentar. “Cada albergue ofrecía comidas, actividades y, lo más importante, personal que adoraba a nuestros hijos. Nos permitió realmente descansar”.
Momentos difíciles en la travesía
A pesar de la meticulosa planificación, viajar con un niño pequeño puede ser una montaña rusa de emociones. En el volcán Osorno, la familia tomó un telesilla hacia el cráter. “North intentó lanzarse del telesilla hacia el cráter en cada oportunidad”, recuerda Ellis. “Sentí que envejecí cinco años en esos veinte minutos”. Sin embargo, supieron encontrar la diversión en el caos y terminaron teniendo una fiesta de baile en la terraza del quiosco del lugar.
Más adelante, en Futangue, enfrentaron un puente colgante que cruzaba un río con un caudal fuerte. “Estaba convencida de que North haría algo imprudente y saltaría”, recuerda Ellis. “No tiene miedo de nada”.
Una sorpresa inesperada en el mar
Temían que un paseo en barco de un día completo en el Refugia Chiloé fuera un desastre, imaginando a North causando estragos mientras otros pasajeros los miraban mal. “Pensé que sería un desastre”, dice Scotty. “Pero en lugar de eso, encontramos un pequeño salón debajo de la cubierta, tranquilo y acogedor. El movimiento del barco adormeció a North y a Bennett. Durante un tiempo, Scotty y Ellis se sentaron juntos, con un pisco sour en mano, disfrutando del paisaje chileno”.
El momento más mágico del viaje
En Refugia Chiloé, el albergue organizó un curanto, una fiesta tradicional donde mariscos, salchichas y verduras se cocinan sobre piedras calientes enterradas bajo tierra. Los huéspedes se reunieron para ver cómo el manjar era desenterrado mientras músicos locales tocaban melodías folclóricas.
“North estaba disfrutando de mejillones, bailando al ritmo de la música y completamente inmerso en el momento”, recuerda Ellis. “Conocimos a otros viajeros, hicimos nuevos amigos y nos sentimos completamente parte de la cultura local. Fue mágico”.
Desafíos con los vuelos y el sueño
El sueño ya es complicado en casa, y más aún en un vuelo nocturno a otro continente. Para su viaje a Chile, optaron por asientos en clase ejecutiva y se esforzaron por mantener su rutina de dormir. “Hicimos todo nuestro ritual de antes de dormir: pijamas, cepillado de dientes, cuentos, y eso ayudó a que North se acomodara”, dice Scotty. Sin embargo, la turbulencia no les permitió descansar como esperaban.
En el regreso, volaron en clase económica premium y, curiosamente, les fue mejor. “Creamos un pequeño nido para North, y durmió como un ángel”, cuenta Ellis. El único inconveniente fue que la aerolínea solo proporcionaba cunas a los pasajeros de clase económica, lo que dejó a Ellis “atrapada” con Bennett durante todo el vuelo de diez horas. “Fue incómodo, pero sobrevivimos”, dice.
Lo que más le gustó a su hijo
Mientras los padres se preocupan por los paisajes y las actividades de la lista de deseos, los niños pequeños tienen prioridades distintas. Uno de los recuerdos favoritos de North fue una excursión de recolección en la playa de Chiloé. Equipado con botas y cestas, ayudó a cavar mejillones y almejas, enjuagándolos en agua de mar antes de llevarlos de regreso a la cocina. “Le encantó”, dice Scotty. “Fue uno de los momentos más tranquilos para todos nosotros”.
En Futangue, descubrió a las ranas de Darwin, pequeñas y camufladas entre el suelo del bosque. “Nuestro niño, que es un obsesionado con las ranas, estaba completamente encantado”, comenta Ellis.
Equipo indispensable para la aventura
Empacar para dos niños menores de tres años es como resolver un rompecabezas. La familia llevó un asiento de auto que también es un carrito, mientras que se apoyaron en contactos locales para conseguir un asiento adecuado para North. “En Puerto Varas, la empresa de alquiler nos dio un asiento de refuerzo para un preadolescente”, recuerda Ellis. “Totalmente inseguro. El equipo local organizó rápidamente un asiento para nosotros, y les estamos muy agradecidos”.
- Doona: un asiento de auto y carrito en uno, ideal para Bennett.
- Slumber Pod: carpas blackout que crean un entorno de sueño oscuro, esenciales para descansar.
- Botas y cestas: para las excursiones de recolección.
Superando momentos difíciles
Hubo momentos complicados durante el viaje. Recuerdan un vuelo en particular con “dobles accidentes de pañales, rabietas por cansancio y lo que llamo el lamentable paseo de la vergüenza en el avión”. En un momento, un pasajero comentó en voz alta que “no dormiríamos esa noche”, mientras hacía una dramática expresión con los ojos.
Su solución fue sencilla: construir días de recuperación en el viaje. Después de su vuelo nocturno a Santiago, se tomaron dos días casi sin actividades. Pasearon por parques, tomaron siestas y disfrutaron de buena comida.
Lecciones aprendidas en la aventura
Al principio, Ellis y Scotty sintieron la presión de aprovechar al máximo su viaje. Su estancia en los albergues incluía excursiones, y se inscribieron en tantas como pudieron. “Estábamos exhaustos”, admite Ellis. A mitad de camino, finalmente se dieron permiso para desacelerar. “Comenzamos a decir que no a algunas excursiones y simplemente disfrutamos del acceso a la naturaleza desde donde estábamos. Una vez que desaceleramos, todos fueron más felices”.
Consejos finales para familias aventureras
Para otros padres que consideren un viaje similar, Ellis sugiere: “Planifiquen para las siestas, incorporen momentos de descanso y suelten el resto”. A veces, el momento más mágico del día no es el volcán que subieron, sino el mejillón que su hijo recogió por sí mismo.
¿Harían el viaje de nuevo? “Absolutamente”, dice Ellis. “La próxima vez queremos venir a Chile en invierno para esquiar cuando los niños sean lo suficientemente grandes para la escuela de esquí. ¡Hemos oído cosas increíbles sobre eso!”
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